MENTE INFINITA

No es razonable creer que el origen de la naturaleza sea la pura casualidad, el puro azar, y que es la mera evolución la que, con el transcurso del tiempo, ha creado todas las cosas. A esa conclusión -y sin negar que existen procesos evolutivos- se llega al observar la naturaleza y sus increíbles complejidades y equilibrios que no pueden ser producto del azar. Una conocida alegoría dice que creer que todo es producto de la casualidad, es como creer que un huracán pasando muchas veces sobre un desguazadero es capaz de armar un Jumbo jet 747.

Tampoco es razonable creer que no hay diseño inteligente en la naturaleza. No es razonable, por ejemplo, suponer que no hay diseño  en el ADN, llave maestra de la vida y “portentosa proeza de ingeniería” como lo califican en medios científicos. Me atrevo a pensar que en el fondo de lo que se trata no es de si existe o no diseño, sino su origen, pues el diseño inteligente de la naturaleza está ahí, a la vista de todos. Justificar su existencia en base a la espontaneidad, a la casualidad y al azar es contentarse con una explicación del tipo “así pasa cuando sucede”, a lo Perogrullo.

Pero entonces, ¿cómo así surgió el diseño inteligente? Solo puede haber surgido de algo que sea consciente y volitivo, pues solo lo que es consciente y volitivo es capaz de diseñar. Cuando reflexiono sobre lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño comprendo que solo una Mente Infinita, así con mayúsculas, puede ser el origen de todo eso. Cabe aquí  recordar a Antony Flew, quien durante 50 años fue el filósofo ateo más famoso del mundo, hasta el 2004 en que anunció: “Ahora creo que el universo fue traído a la existencia por una Inteligencia infinita…”, conforme lo explica en su libro “Dios Existe”.

ENTENDER EL MUNDO

 

El ser humano entiende el mundo a su manera, y elige su conducta igualmente a su manera. Para ello cuenta con su consciencia y su libre albedrío, pero por sí solos la consciencia y el libre albedrío no garantizan que sus decisiones sean las mejores, ni que su accionar se encamine por senderos de verdad y de justicia. Necesita una guía superior a él, y si bien ciertas  guías humanas ayudan, no son suficientes ni perfectas, pues ellas también son producto de maneras humanas de entender el mundo.

Las enseñanzas de Jesús son las que mejor cumplen el cometido de guiar hacia la verdad y la justicia, y se resumen en estas cuatro grandes verdades:

  • La existencia de Dios. Cada invocación al Padre hecha por Jesús conlleva el reconocimiento de su existencia.
  • El amor universal (amor a Dios y amor al prójimo). En su enseñanza sobre amor al prójimo lo más destacable es el amor construible (agape), vale decir aquel amor que no es espontáneo sino producto de la voluntad. En el amor construible hay empatía, sabiduría, racionalidad y justicia, y solo con esa clase de amor es posible llegar a tener un mundo significativamente
  • La vida después de la muerte. Lo más importante de esto es la trascendencia. No tanto las formas hacia las que se trasciende después de la muerte, sino la existencia misma de tal trascendencia.
  • La fe, que es un don que permite tener directamente una percepción clara de Dios, y que también permite percibir al Mesías como su emisario, su más grande emisario.

Asimilar con perspicacia las enseñanzas del Maestro permite columbrar por qué esas enseñanzas constituyen la guía idónea para entender  el mundo, la verdad y la vida; para entender por qué constituyen el faro que mejor ilumina el devenir de  nuestras vidas.

 

 

LA CONDUCTA INDIVIDUAL

LA CONDUCTA INDIVIDUAL

 

Una de las notas más relevantes del mensaje de Jesús en lo que a convivencia social y relaciones interpersonales se refiere,  o tal vez la más relevante, es sin duda la importancia que, de manera explícita o implícita, dio a la conducta individual. Este punto aparece omnipresente a lo largo y ancho de su mensaje, y siempre con una connotación extremadamente abarcadora y profunda.

Es que Jesús sabía mejor que nadie que las conductas individuales son los ladrillos con los que la dinámica social construye y moldea el conjunto social, orientándolo hacia el bien o hacia el mal, según las corrientes idiosincráticas prevalecientes. Y lo más importante es que sabía muy bien que la corriente prevaleciente de su tiempo era, y seguiría siendo, una orientada hacia el deterioro de los valores morales, una cuyos leit motiv son el egoísmo y la intolerancia.

LO ESENCIAL DE SPINOZA

LO ESENCIAL DE ESPINOZA

La filosofía de Spinoza concibe la realidad, es decir, todo cuanto existe, como algo monolítico, único, indivisible, aunque las formas en que se manifiesta (los “modos”) sugieran otra cosa. A ese algo lo denomina “sustancia”, cuya unicidad es absoluta, y comprende absolutamente todo cuanto existe, no solo lo material sino también lo inmaterial como los pensamientos, la voluntad y las leyes de la naturaleza. La sustancia de Spinoza es pues absolutamente monista, y comprende la totalidad de las cosas pero siempre de manera monolítica.

La sustancia es el dios de Spinoza, un dios eterno y no causado (o causado por sí mismo), pura naturaleza, nada de sobrenaturalidad. Su sustancia, a más de extensa (es decir material), también es pensante (es decir no material). Todo esto es producto del su monismo que no admite la posibilidad de que haya algo allende la sustancia que pueda ser pensante, peor omnisciente.

Las complicaciones que tiene su filosofía tienen su origen en su monismo. En efecto, con su monismo absoluto  la causalidad carece de sentido, no existen causas y efectos porque según Spinoza nada depende de nada, y todo es parte de todo. Monismo absoluto. Aunque claro, nuestra experiencia de vida nos muestra algo diferente: una realidad pletórica de relaciones causa-efecto. Desde luego, su monismo excluye todo dualismo, siendo que dualismos se observan por todos lados, tanto en lo material como en lo inmaterial de la realidad: positivo-negativo, atracción-repulsión, centrífugo-centrípeto, mente-cuerpo, verdadero-falso, bueno-malo, etc.

¿Por qué Spinoza propone un dios tan extraño y heterodoxo que viene a patear el tablero de la Filosofía? ¿Por qué su visión de un dios-sustancia ha de ser más plausible que la del Dios (aquí sí con mayúscula) sobrenatural y trascendente de las religiones monoteístas? Son cuestiones que no aclara.  Presumo que probablemente todo eso se deba a una profunda inconformidad que le causan las aberraciones de las organizaciones religiosas. De ser así, su reacción sería entendible pero no aceptable. Es que no es razonable abordar tema tan profundo como es el de la existencia de Dios con base en circunstancias mundanas, imperfectas y cambiantes, como son las de las organizaciones religiosas.

ECLECTICISMO

ECLECTICISMO.

Los problemas que se suscitan en nuestras vivencias diarias suelen ser susceptibles de varias soluciones, no necesariamente de una sola. Es algo así como una variedad solucional, que a menudo se la visualiza  como resultado del diálogo. A su vez el diálogo, si es sincero y generoso, puede conducir al eclecticismo en su acepción común y corriente, es decir, a soluciones intermedias que recogen lo mejor de posturas aparentemente antagónicas. Es que no cabe entender el mundo en blanco y negro, sin matices, como lo hacen los simplistas y los fanáticos.

 

Las soluciones genuinamente eclécticas se apartan tanto del maniqueísmo como del sincretismo, es decir, tanto de aquellas posturas que entienden la realidad como una permanente confrontación entre opuestos, como de aquellas otras, artificiosas, que pretenden conciliar lo irreconciliable. Sin embargo, respecto a esto último hay que advertir que nada bueno resulta de soluciones que, a pretexto de eclecticismo, lo que realmente buscan es solapar la concupiscencia y la degradación moral.

 

Ahora bien, un eclecticismo lúcido y sincero es bueno, pero cabe preguntarnos si existe algún principio, alguna idea-fuerza, que pueda servir de guía general al eclecticismo para evitarle caer en el error. Claro que existe, pero enmarcado en un amplio contexto espiritual. Se trata del amor universal, eje central en el magisterio de Jesús, que nos blinda contra el riesgo de incurrir en el error. Es el amor universal lo que ayuda a construir consensos basados en la verdad y la justicia.

 

Ahora que tantos problemas abruman a la especie humana es vital que nos percatemos de algo que es de crucial importancia: que las soluciones a esos problemas, a todos ellos, materiales y espirituales, pasan por la criba del amor universal, y que sin ella las soluciones, sobre todo las meramente organizacionales, son solo ilusiones, embelecos,  sueños, sueños de perro.   

 

LA LÁMPARA DEL CUERPO

 

 

 

 

LA LÁMPARA DEL CUERPO

Mateo 6: 22-23  y Lucas 11:33 son versículos enigmáticos, en los que se dice que los ojos son la lámpara del cuerpo, y que hay buenos y malos ojos. ¿Cómo interpretar estos textos? ¿Qué debería entenderse por ojos buenos y ojos malos? En ese contexto “ojos” es una metáfora de algo que no es físico sino metafísico: la consciencia, es decir, el pensar y el sentir sicológico, que juntos nos permiten percibir la realidad que nos rodea, e incluso nuestra propia realidad interior. ¿Y qué debería entenderse por “cuerpo”? Por supuesto no el cuerpo físico solamente, sino esa compleja dualidad material-espiritual que es el ser humano.

En estos versículos se dice que habrá luz en el cuerpo si los ojos son buenos, y oscuridad si son malos. Y aquí, otra vez, las metáforas.  La “luz” es en realidad la verdad, y la oscuridad la falsedad. Verdad que se percibe con perspicacia, con intuición o por revelación. Falsedad que se produce  por ignorancia o por pecado, y que incluso puede ser inducida por el Maligno.

Ahora bien, si la luz es la verdad, quiere decir que lo bueno, esto es, la virtud, los valores morales, los “ojos buenos”, es lo que nos ayuda a percibir la verdad, y por ende a crecer en sabiduría. Así, empieza a manifestársenos una sorprendente relación entre bondad y verdad, entre bondad y sabiduría. Empieza a revelársenos que los valores morales y la sabiduría no son compartimentos estancos, están conectados. En eso reside lo enigmático de esos versículos, en que lo bueno, la pureza de corazón, no solo que hacen posible que tengamos una relación interpersonal armoniosa y solidaria, sino que también seamos más sabios.

En fin, la pureza de corazón y la sabiduría van de la mano. No están aislados uno del otro. Por eso es que un sabio de mal corazón no es tan sabio como parece, y un ignorante de buen corazón no es tan ignorante como parece. Los versículos que he citado son realmente sorprendentes.

LAS CINCO VÍAS TOMISTAS

Las cinco vías de Santo Tomás de Aquino son sólidas

estructuras conceptuales que demuestran la existencia de Dios, no obstante lo cual han recibido numerosas objeciones de parte de los no creyentes. En este artículo intentaré resumir la situación

La primera de las cinco vías es la del llamado “primer motor”, esto es, la causa original de todas las cosas. Una de las objeciones que se le ha hecho es que  disocia materia y movimiento;  que considera  la materia como algo inerte e inmóvil a la cual el primer motor  le agrega movimiento; y que la materia y el movimiento más bien van siempre unidos, como la energía, definida por la masa y la velocidad de la luz.

Esta objeción asume erróneamente que el primer motor se refiere al origen de cosas tangibles solamente. Pero el concepto tomista no se constriñe al cambio de ubicación espacial de la materia ni a su consistencia (consistir en), como la objeción sugiere. En realidad, con su “primer motor” Tomás de Aquino se refiere simplemente a la primera causa de todo cuanto existe, material o inmaterial, tangible o intangible, es decir, a la causa primera de la realidad. La validez de esta primera vía radica en que demuestra la imposibilidad de que la cadena de causas y efectos sea infinita, y consecuentemente,  que debe haber una causa primera.

En la segunda vía, la de la causalidad eficiente, el autor dice que en el mundo hay un encadenamiento de causas, encadenamiento  en el que no es posible que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues para que ello ocurra tendría que ser anterior a sí mismo, y eso no es posible. Pero pese a esa imposibilidad, reconoce una gran excepción: el encadenamiento debe tener una primera causa eficiente no dependiente de algo anterior a ella, pues sin esa primera causa el mundo no existiría.

Una objeción a esta segunda vía es la de su aparente incoherencia al decir autor que la primera causa es incausada a pesar de que previamente se dijo que no es posible que algo sea causa de sí mismo. Pero la cosa no es así de sencilla. Si no hubiera una primera causa, no existiría la realidad. ¿Cómo iba a existir algo que no ha tenido un comienzo? Pero el punto es que sí puede existir si ese algo primordial es Dios mismo.

Por otro lado, la noción de que existe una infinita cadena de causas y efectos pone por delante un importante desafío para quien quiera plantearlo: explicar la existencia de la realidad bajo ese formato de infinitud de causas y efectos Y digo explicar, porque simplemente aseverar que no existe una primera causa, o que la realidad siempre existió, que el mundo es infinitamente viejo, como suele aducirse, no explica nada. Lo que siempre ha existido es la primera causa, que no es una causa cualquiera, es una causa eficiente, eterna, y además excepcional, pues es una excepción a la idea de que no puede existir algo que no haya tenido una causa anterior. Tal excepción sí es posible para un Dios eterno, que siempre ha existido, que no ha sido producto de causa anterior alguna.

¿Cuá es la diferencia entre las dos primeras vías, aparentemente repetitivas? La verdad es que no son repetitivas, sino complementarias. En la primera se sostiene que la cadena de causas y efectos no puede ser infinita, y en la segunda (que también sostiene eso) que la causa primera siempre existió. Así, es Dios lo que siempre ha existido, no el mundo como creen quienes adhieren a la idea de un mundo infinitamente viejo (Carl Sagan, por ejemplo). Las dos vías enfatizan en la finitud de la cadena de causas y efectos, pero la segunda también enfatiza en la eternidad de Dios.

En la tercera vía, la del ser necesario, Tomás de Aquino dice que lo que no existe sólo empieza a existir por una causa previa que existe. Pero como la cadena de causas y efectos no puede ser infinita, necesariamente debe haber algún ser primordial cuya causa no esté en una anterior.

Una objeción a esta tercera vía es la de que no hay razón para suponer que sea necesaria una causa trascendente al propio universo. Pero sí hay una razón de peso para suponer que sea necesaria una primera causa trascendente al universo: la imposibilidad de la infinitud de la cadena de causas y efectos materiales. Además, ¿por qué la idea de la existencia sin causa del universo debería ser más plausible que la de que el universo debe haber tenido una causa primordial trascendente?  ¿Por qué la idea de que el mundo siempre ha existido, que es infinitamente viejo,  también debería ser más plausible? Esto no lo explican los que objetan esta vía.

Por otro lado, decir que el universo existe pero no sabemos por qué, como también suele hacerse, está bien desde una posición científica, pero precisamente por  rigurosidad científica no es lógico rechazar la idea de que el mundo haya sido creado.

También se dice que, dado que la materia y la energía no se crean ni se destruyen sino que solo se transforman, la idea de creación y destrucción sería aplicable sólo a las configuraciones (articulación de  partes que forman una cosa)  que adopta el universo, no así al universo en su conjunto. Pero ¿acaso el conjunto de las configuraciones que adopta el universo no son el universo mismo? Si nos preguntamos por las causas de las partes ¿por qué no preguntarnos por la causa del todo? Asl igual que las dos primeras vías,  la tercera se basa en la finitud de la cadena de causas y efectos, pero enfatizando en la necesidad de la primera causa, como antes ya se lo hizo con la finitud de la cadena de causas y efectos, y con la eternidad de Dios. Las vías tomistas son conceptualmente complementaras entre sí.

La cuarta vía de Tomás de Aquino dice que la bondad, la veracidad, la nobleza y otros valores, se dan en niveles que buscan aproximarse al máximo que tales valores pueden llegar a tener. Ese máximo, que es un modelo, un canon, para todas las perfecciones que se puedan alcanzar, es Dios.

A simple vista esta cuarta vía parece debilucha. Primero, por el carácter antropomórfico con el que se pretende caracterizar a Dios, y, segundo, porque los niveles máximos que pueden llegar a tener los valores no necesariamente han de significar que Dios existe, pues bien podrían ser simplemente representaciones maximalistas de la mente humana.

Pero la cuarta vía no es debilucha, y no lo es porque supone una noción de Dios, un sensus divinitatis,  grabado en el alma humana, a la cual Tomás de Aquino  considera otra prueba de la existencia de Dios. Y no le falta razón. Veamos. ¿Cómo así esa impronta apareció en el espíritu humano? La posibilidad de que lo haya hecho por pura evolución choca con un gran escollo: la evolución supone la preexistencia de algo que evolucione, lo cual es propio del mundo de lo tangible. ¿Pero qué pasa en el mundo de lo intangible, como es el caso de esa impronta? ¿Es que acaso hubo una proto-impronta que evolucionó hasta convertirse en una impronta hecha y derecha? En el supuesto no consentido de que así haya ocurrido la pregunta simplemente se trasladaría hacia más atrás: ¿cómo así surgió esa proto-impronta en la mente humana?

Claramente se puede ver que la posibilidad de que algo trascendente haya puesto la noción de Dios en el alma humana es más razonable que la mera evolución. Y si la explicación fuera la de que la noción de Dios está en el ser humano porque sí, que está porque está, sería una explicación que no explica nada.

La quinta vía, la de la finalidad de origen exógeno, dice que hay cosas que no tienen conocimiento, como los vegetales, y sin embargo obran en dirección a un fin, y que si obran en dirección a un fin pese a no tener conocimiento, entonces lo hacen dirigidas por alguien externo a ellas, alguien que tiene inteligencia y conocimiento. Ese alguien es Dios, dice el autor.

Quienes niegan validez a esta quinta vía dicen que las cosas, todas las cosas, manejan información, y por lo tanto tienen conocimiento endógeno sin necesidad de que algo exógeno las guíe hacia una determinada finalidad o propósito. Pero ojo que esta argumentación implicaría que las cosas tienen no solamente conocimiento sino también poder, voluntad y libertad, pues poder, voluntad y libertad -además del conocimiento- son necesarios para manejar información y enrumbarse en una determinada dirección. Pensemos en un joven árbol en lo profundo de la selva compitiendo con los demás árboles de su entorno para alcanzar la luz solar y desarrollarse. Quienes niegan la validez de esta vía dirían que el arbolito maneja información para buscar la luz. Me parece más razonable pensar que el árbol no maneja información ni ejerce voluntad alguna para alcanzar la luz; simplemente está sujeto a leyes naturales que él no crea ni controla.

Otra objeción que suele hacerse a esta quinta vía es la de que el orden y la perfección de la naturaleza en realidad no son tan perfectos como para requerir de un ser perfecto que haga posible el orden y la perfección, como lo demuestran las imperfecciones, las miserias y las crueldades que existen. Todo eso, se aduce, muestra que el funcionamiento del universo se realiza al margen de cualquier finalidad buena.

Esta objeción tiene un error de interpretación respecto al pensamiento tomista. Básicamente la quinta vía no pasa por la noción de perfección -que es materia de otras consideraciones- sino por la de finalidad, es decir, la cuestión de cómo explicar que las cosas que carecen de conocimiento, tienden, sin embargo, a determinada finalidad, más allá de lo buena o mala que esta finalidad nos parezca. Si Dios no existiera ¿cómo explicar la presencia de esa finalidad?

Si algo merece ser resaltado de esta estructura constituida por las cinco vías, es la solidez que le da la rigurosa racionalidad con la que su autor la ha construido.

REALISMO E IDEALISMO

(Artículo basado en el libro “La voluntad Cósmica”,  cuyo texto completo en formato PDF está disponible gratis solicitándolo a: carlospalacios@gye.satnet.net)

 

¿Por qué ciertos  filósofos idealistas hacen depender del ser humano la realidad? ¿Por qué ponen al hombre como medida de la realidad? Tal vez por la facilidad de analizarse a sí mismos, y sobre esa base construir teorías respecto a la realidad que perciben. Seguir leyendo →