Las cinco vías de Santo Tomás de Aquino son sólidas
estructuras conceptuales que demuestran la existencia de Dios, no obstante lo cual han recibido numerosas objeciones de parte de los no creyentes. En este artículo intentaré resumir la situación
La primera de las cinco vías es la del llamado “primer motor”, esto es, la causa original de todas las cosas. Una de las objeciones que se le ha hecho es que disocia materia y movimiento; que considera la materia como algo inerte e inmóvil a la cual el primer motor le agrega movimiento; y que la materia y el movimiento más bien van siempre unidos, como la energía, definida por la masa y la velocidad de la luz.
Esta objeción asume erróneamente que el primer motor se refiere al origen de cosas tangibles solamente. Pero el concepto tomista no se constriñe al cambio de ubicación espacial de la materia ni a su consistencia (consistir en), como la objeción sugiere. En realidad, con su “primer motor” Tomás de Aquino se refiere simplemente a la primera causa de todo cuanto existe, material o inmaterial, tangible o intangible, es decir, a la causa primera de la realidad. La validez de esta primera vía radica en que demuestra la imposibilidad de que la cadena de causas y efectos sea infinita, y consecuentemente, que debe haber una causa primera.
En la segunda vía, la de la causalidad eficiente, el autor dice que en el mundo hay un encadenamiento de causas, encadenamiento en el que no es posible que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues para que ello ocurra tendría que ser anterior a sí mismo, y eso no es posible. Pero pese a esa imposibilidad, reconoce una gran excepción: el encadenamiento debe tener una primera causa eficiente no dependiente de algo anterior a ella, pues sin esa primera causa el mundo no existiría.
Una objeción a esta segunda vía es la de su aparente incoherencia al decir autor que la primera causa es incausada a pesar de que previamente se dijo que no es posible que algo sea causa de sí mismo. Pero la cosa no es así de sencilla. Si no hubiera una primera causa, no existiría la realidad. ¿Cómo iba a existir algo que no ha tenido un comienzo? Pero el punto es que sí puede existir si ese algo primordial es Dios mismo.
Por otro lado, la noción de que existe una infinita cadena de causas y efectos pone por delante un importante desafío para quien quiera plantearlo: explicar la existencia de la realidad bajo ese formato de infinitud de causas y efectos Y digo explicar, porque simplemente aseverar que no existe una primera causa, o que la realidad siempre existió, que el mundo es infinitamente viejo, como suele aducirse, no explica nada. Lo que siempre ha existido es la primera causa, que no es una causa cualquiera, es una causa eficiente, eterna, y además excepcional, pues es una excepción a la idea de que no puede existir algo que no haya tenido una causa anterior. Tal excepción sí es posible para un Dios eterno, que siempre ha existido, que no ha sido producto de causa anterior alguna.
¿Cuá es la diferencia entre las dos primeras vías, aparentemente repetitivas? La verdad es que no son repetitivas, sino complementarias. En la primera se sostiene que la cadena de causas y efectos no puede ser infinita, y en la segunda (que también sostiene eso) que la causa primera siempre existió. Así, es Dios lo que siempre ha existido, no el mundo como creen quienes adhieren a la idea de un mundo infinitamente viejo (Carl Sagan, por ejemplo). Las dos vías enfatizan en la finitud de la cadena de causas y efectos, pero la segunda también enfatiza en la eternidad de Dios.
En la tercera vía, la del ser necesario, Tomás de Aquino dice que lo que no existe sólo empieza a existir por una causa previa que existe. Pero como la cadena de causas y efectos no puede ser infinita, necesariamente debe haber algún ser primordial cuya causa no esté en una anterior.
Una objeción a esta tercera vía es la de que no hay razón para suponer que sea necesaria una causa trascendente al propio universo. Pero sí hay una razón de peso para suponer que sea necesaria una primera causa trascendente al universo: la imposibilidad de la infinitud de la cadena de causas y efectos materiales. Además, ¿por qué la idea de la existencia sin causa del universo debería ser más plausible que la de que el universo debe haber tenido una causa primordial trascendente? ¿Por qué la idea de que el mundo siempre ha existido, que es infinitamente viejo, también debería ser más plausible? Esto no lo explican los que objetan esta vía.
Por otro lado, decir que el universo existe pero no sabemos por qué, como también suele hacerse, está bien desde una posición científica, pero precisamente por rigurosidad científica no es lógico rechazar la idea de que el mundo haya sido creado.
También se dice que, dado que la materia y la energía no se crean ni se destruyen sino que solo se transforman, la idea de creación y destrucción sería aplicable sólo a las configuraciones (articulación de partes que forman una cosa) que adopta el universo, no así al universo en su conjunto. Pero ¿acaso el conjunto de las configuraciones que adopta el universo no son el universo mismo? Si nos preguntamos por las causas de las partes ¿por qué no preguntarnos por la causa del todo? Asl igual que las dos primeras vías, la tercera se basa en la finitud de la cadena de causas y efectos, pero enfatizando en la necesidad de la primera causa, como antes ya se lo hizo con la finitud de la cadena de causas y efectos, y con la eternidad de Dios. Las vías tomistas son conceptualmente complementaras entre sí.
La cuarta vía de Tomás de Aquino dice que la bondad, la veracidad, la nobleza y otros valores, se dan en niveles que buscan aproximarse al máximo que tales valores pueden llegar a tener. Ese máximo, que es un modelo, un canon, para todas las perfecciones que se puedan alcanzar, es Dios.
A simple vista esta cuarta vía parece debilucha. Primero, por el carácter antropomórfico con el que se pretende caracterizar a Dios, y, segundo, porque los niveles máximos que pueden llegar a tener los valores no necesariamente han de significar que Dios existe, pues bien podrían ser simplemente representaciones maximalistas de la mente humana.
Pero la cuarta vía no es debilucha, y no lo es porque supone una noción de Dios, un sensus divinitatis, grabado en el alma humana, a la cual Tomás de Aquino considera otra prueba de la existencia de Dios. Y no le falta razón. Veamos. ¿Cómo así esa impronta apareció en el espíritu humano? La posibilidad de que lo haya hecho por pura evolución choca con un gran escollo: la evolución supone la preexistencia de algo que evolucione, lo cual es propio del mundo de lo tangible. ¿Pero qué pasa en el mundo de lo intangible, como es el caso de esa impronta? ¿Es que acaso hubo una proto-impronta que evolucionó hasta convertirse en una impronta hecha y derecha? En el supuesto no consentido de que así haya ocurrido la pregunta simplemente se trasladaría hacia más atrás: ¿cómo así surgió esa proto-impronta en la mente humana?
Claramente se puede ver que la posibilidad de que algo trascendente haya puesto la noción de Dios en el alma humana es más razonable que la mera evolución. Y si la explicación fuera la de que la noción de Dios está en el ser humano porque sí, que está porque está, sería una explicación que no explica nada.
La quinta vía, la de la finalidad de origen exógeno, dice que hay cosas que no tienen conocimiento, como los vegetales, y sin embargo obran en dirección a un fin, y que si obran en dirección a un fin pese a no tener conocimiento, entonces lo hacen dirigidas por alguien externo a ellas, alguien que tiene inteligencia y conocimiento. Ese alguien es Dios, dice el autor.
Quienes niegan validez a esta quinta vía dicen que las cosas, todas las cosas, manejan información, y por lo tanto tienen conocimiento endógeno sin necesidad de que algo exógeno las guíe hacia una determinada finalidad o propósito. Pero ojo que esta argumentación implicaría que las cosas tienen no solamente conocimiento sino también poder, voluntad y libertad, pues poder, voluntad y libertad -además del conocimiento- son necesarios para manejar información y enrumbarse en una determinada dirección. Pensemos en un joven árbol en lo profundo de la selva compitiendo con los demás árboles de su entorno para alcanzar la luz solar y desarrollarse. Quienes niegan la validez de esta vía dirían que el arbolito maneja información para buscar la luz. Me parece más razonable pensar que el árbol no maneja información ni ejerce voluntad alguna para alcanzar la luz; simplemente está sujeto a leyes naturales que él no crea ni controla.
Otra objeción que suele hacerse a esta quinta vía es la de que el orden y la perfección de la naturaleza en realidad no son tan perfectos como para requerir de un ser perfecto que haga posible el orden y la perfección, como lo demuestran las imperfecciones, las miserias y las crueldades que existen. Todo eso, se aduce, muestra que el funcionamiento del universo se realiza al margen de cualquier finalidad buena.
Esta objeción tiene un error de interpretación respecto al pensamiento tomista. Básicamente la quinta vía no pasa por la noción de perfección -que es materia de otras consideraciones- sino por la de finalidad, es decir, la cuestión de cómo explicar que las cosas que carecen de conocimiento, tienden, sin embargo, a determinada finalidad, más allá de lo buena o mala que esta finalidad nos parezca. Si Dios no existiera ¿cómo explicar la presencia de esa finalidad?
Si algo merece ser resaltado de esta estructura constituida por las cinco vías, es la solidez que le da la rigurosa racionalidad con la que su autor la ha construido.