Transhumanización, qualias, salto evolutivo, inteligencia artificial, robótica.
El término “qualia” se refiere a la subjetividad con la que una persona interioriza sus experiencias de vida, es decir, a la forma personal de percibir la realidad. Esto marca una diferencia enorme entre el ser humano y los artilugios por él creados, pues éstos últimos no pueden percibir la realidad de la misma manera que los humanos lo hacen, por muy potente que sea su inteligencia artificial (IA).
¿Pero podrían los artilugios del futuro llegar a percibir la realidad de la manera como los humanos lo hacen, o existirá por siempre esa gran diferencia? ¿Podría borrarla el siempre creciente avance de la ciencia y la tecnología, de modo que los robots también lleguen a tenen sus propias formas de percibir la realidad? ¿Qué argumentos lógicos respaldarían una eventual hipótesis de que, por ser construidos por seres con qualias, los robots también las podrían tener, y por lo tanto serían en cierto sentido iguales a los humanos? Téngase en cuenta que la forma personal de percibir la realidad es la base sobre las cual cada ser humano moldea su consciencia de la realidad y por ende su cosmovisión. ¿Los robots del futuro podrían hacer lo mismo? ¿También tendrían su propia cosmovisión? ¿También amarían, odiarían, sentirían ternura, se embelesarían ante la belleza?
Pero una cosa es que la IA sea una herramienta poderosa, que nos ayuda, y nos ayudará más en el futuro a entender, la realidad y a actuar sobre ella, y otra muy diferente, creer que los artefactos con IA puedan llegar a ser iguales a los humanos, con el mismo nivel de conciencia de la realidad.
Sorprendentemente hay quienes creen que en el largo plazo todo esto sí es posible, que todo es cuestión de tiempo. Por tener relación con todo esto cito aquí el libro “The Posthuman” (2013) de la filósofa italiana Rosi Braidotti, quien cree que el ser humano puede llegar a ser más ético, menos egoísta, y más consciente de las necesidades del prójimo, gracias a prótesis y otros implantes. Me parece una forma materialista y simplista de entender la dimensión espiritual del ser humano.
Cabe suponer que eso no suceda porque, entre otras cosas, las flechas del desarrollo espiritual del humano actual apuntan en sentido contrario a la creencia de doña Rosi. Las cosas que el humano actual hace con el apoyo de los artilugios tecnológicos que ya posee -que no son pocos- lo muestran, más bien, menos ético, más egoísta y menos consciente de las necesidades de la gente que lo rodea. Desprecio por la vida, incluso de la propia; nuevos ropajes con los que viste al mal moral (mal causado por el hombre); corrupción en todos los niveles sociales; guerras despiadadas inspiradas en la intolerancia; ansias desmedidas de protagonismo y poder; crímenes ecológicos; demente frenesí por el dinero; etc., eso es lo que se ve en el campo espiritual actual. Claro que hay actitudes opuestas, y algunas muy conspicuas, pero el punto es que, a nivel planetario, el desfase en favor del mal moral es abrumador.
Otras personas formulan conjeturas aún más audaces respecto al futuro. Creen que habrá un salto evolutivo del ser humano, basado en cosas tales como la manipulación de sus genes, los avances de la biónica, la clonación, los implantes electrónicos, y la simbiosis entre el hombre y máquinas. Así, la IA de las máquinas sería solo un logro más de ese conjunto de avances tecnológicos que modificaría no solo el propio cuerpo humano, sino también su psiquis. Así nace la idea de la transhumanización que, según se conjetura, habrá de modificar la propia índole humana.
Ahora bien, lo que llama profundamente la atención en esta forma de ver el futuro es su sesgo materialista, y ese relegamiento de lo auténticamente espiritual a un segundo plano de importancia; el pensar únicamente en términos utilitaristas respecto a lo que la tecnología del futuro podrá ofrecernos.
Quizás en un futuro no muy lejano el transhumano, cuyo proceso de desarrollo material acelerado parece estar ya está en marcha, alcance el nivel del superhombre nietzscheano. ¿Pero significará eso que también habrá un mejor desarrollo espiritual, hacia el bien, o seguiremos sumidos en el pantano actual, o tal vez en uno peor? Quizás lleguemos a ser gigantes tecnológicos, pero con pies de barro, del barro del subdesarrollo espiritual. Quizás en el futuro, con toda nuestra tecnología, tengamos que reconocer que nos equivocamos al no prestar suficiente atención al desarrollo espiritual individual. Quizás tengamos que arrepentirnos de haber renegado del potencial que tiene nuestra humanidad más básica que, de todas maneras, aletea en el fondo de nuestras almas, pugnando por salir a flor de piel.
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