Carlos M. Palacios Maldonado
2025-02-26
Una cosa es la religión, esto es el conjunto de creencias y dogmas que sobre la divinidad tenemos los humanos, incluyendo las creencias y dogmas de las organizaciones religiosas, y otra diferente la existencia misma de Dios.
En el campo de la religión es donde más errores y aberraciones se cometen. Los errores y aberraciones suelen ser estimulados por la importancia y significación que a menudo se atribuye a los cultos, las ceremonias, los rituales y los dogmas.
Todo eso, unido al repudio a ciertos textos religiosos -a menudo con razón- conduce a algunas personas a rechazar la existencia misma de Dios. Este rechazo es la peor aberración religiosa que se puede cometer; es hacer depender la existencia de Dios de situaciones humanas formales y coyunturales. Se trata de la falacia “ad consequentiam”, según la cual la verdad o la falsedad de una aseveración depende de sus consecuencias. Por ejemplo: dado que, según ciertos textos del Antiguo Testamento, Dios ordenó que los padres maten a sus hijos desobedientes (Moisés, Deuteronomio 21:18-21) y la consecuencia de eso es algo muy malo, Dios no existe, no puede existir un Dios de semejante calaña
Ese “Dios no existe” que acabo de mencionar es la falacia, pues lo puede haber ocurrido que el texto bíblico que contiene el supuesto mandato divino haya sido simplemente producto de la imaginación del escritor bíblico, no de inspiración divina alguna, y sin embargo esa falacia parece servir de base sobre la cual algunas personas construyen su rechazo a la existencia misma de Dios.