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Ciencia y metafísica

Teoría cuántica, salto conjetural, diseño inteligente, Schrodinger.

Lejos de demostrar que el mundo se autogeneró sin intervención de causa sobrenatural alguna, o que es “infinitamente viejo” como sostienen algunos divulgadores de las ciencias, lo cierto es que, aunque parezca insólito, la ciencia de punta nos induce hacia la búsqueda metafísica del origen del universo.

Es que la ciencia suele verse obligada a forjar saltos conjeturales, suposiciones, hipótesis y teorías, a fin de sortear las exigencias que le impone su método de comprobación empírica, y poder así seguir avanzando. Todo esto sugiere que no hay que subestimar la importancia de la reflexión filosófica y teológica, lo cual no significa que haya que subestimar la importancia de la ciencia.

En realidad, la ciencia y la filosofía no deben ser vistas como expresiones culturales antagónicas, sino como complementarias. A este respecto, un punto que amerita especial atención es el de que la religión no puede rechazar las verdades científicas, especialmente cuando los rechazos religiosos no sean más que grotescas aberraciones fundamentalistas. Pero también hay que tener en cuenta un importante matiz que tienen las ciencias, como es el de que un hallazgo científico también puede tener cierto halo de incertidumbre debido a su eventual provisionalidad, esto es, a que la  validez del hallazgo científico  pueda ser solo temporal, hasta que un nuevo hallazgo lo ratifique, lo rectifique, o lo invalide. En corto: más allá de las debilidades de la una y de la otra, ciencia y filosofía no son necesariamente excluyentes, sino más bien complementarias.

Todo esto no hace más que confirmar la pertinencia del diálogo entre ciencia y religión, el cual creo que debe basarse en ciertos principios básicos, como son: primero, que ciencia y religión son esferas diferentes en las cuales el ser humano busca acercarse a la verdad; segundo, que el pensamiento básico del creyente racional es que el mundo se explica mejor con la idea de Dios que sin ella, en tanto que el del ateo es que la idea de Dios es innecesaria; y, tercero, que tanto no son mutuamente excluyentes las dos esferas, que incluso hay científicos que son creyentes y creyentes que también son científicos.

Por otra parte la creencia en la existencia de un Creador y de un diseño inteligente sale fortalecida con las incursiones que, a partir del conocimiento científico. hacen las suposiciones, las hipótesis y las teorías en procura de  horizontes más amplios que los que permite el método científico.

Por ejemplo, la teoría cuántica (TC) implica que la realidad es dual, pues comprende lo micro-cuántico  y lo macro-físico. En lo mico-cuántico -que es solo energía- hay incertidumbre, ubicuidad, múltiples y simultáneas historias; en cambio, lo que se observa en lo macro-físico son certezas, predictibilidad e historias únicas. ¿Cómo explicar esta disimilitud? ¿Hay conexión entre esos dos planos de la realidad dual, o se trata de compartimentos estancos? Este es el gran desafío de la TC, y como vamos a ver luego, en este punto la idea de Dios y su diseño inteligente sale fortalecida.

La TC expone ideas que chocan con nuestra experiencia, como la idea de que el observador modifica lo observado, o la de que  éste existe en varios estados al mismo tiempo (el gato vivo y muerto al mismo tiempo del experimento mental de Schrodinger). Pero bien sea que las partículas cuánticas existan en varios estados, y que nuestra sensibilidad sólo sea capaz de captarlas en uno de ellos, o que exista en uno solo determinado por nuestra observación, lo cierto es que alguna ley de la naturaleza, complejísima, sería la que determinaría que así funcione la realidad, en cuyo caso las preguntas de siempre seguirían presentes: ¿cómo así surgió esa ley o esas leyes, quién las creó, cómo así vinieron a ser parte de la realidad? Y lo más importante: los requerimientos de diseño de la realidad también serían mucho más exigentes; éste tendría que ser mucho más inteligente y complejo de lo que requeriría la realidad física, y eso haría más necesaria que nunca la existencia de un Creador-Diseñador, y menos creíble sería la idea de que el mundo existe “porque sí”.  

¿Se imagina estimado lector lo exigente que sería un diseño según el cual los sistemas de partículas cuánticas existan en varios estados simultáneamente, o más aún, que esos estados fueran cambiantes al influjo de nuestra mirada? ¿Se imagina lo exigente que sería el diseño para que el plano macro se sustente en una multiplicidad de estados? Esto último imcluso podría implicar la presencia de millones de universos existiendo al mismo tiempo.

En fin, la idea creacionista sale bien parada con los desarrollos de las nuevas teorías científicas. Lo metafísico no solo que resulta lógico sino necesario conforme la ciencia se acerca a sus límites metodológicos. La eterna pregunta sobre la vida siempre nos dejará insatisfechos si para responderla solo nos asimos a la ciencia, dejando de lado el vasto campo de la sabiduría, que está más allá de la ciencia.

Cuando desde el ateísmo se dice que la vida empezó “porque sí”, o que el origen de esa maravilla que es la célula, con su estructura y funcionalidad increíblemente complejas y precisas fue casual y contingente, se está dando una explicación que no explica nada, una explicación que no satisface al espíritu humano, que necesita bastante más que eso.

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Publicado enFilosofía y religión

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