SOBRENATURAL

Abril 01/2022

                              

No es racional ni plausible negar que lo sobrenatural existe, y por ende que existe aquello que es el summum de la sobrenaturalidad: Dios.

 

 

Empiezo por aclarar a qué me refiero con “sobrenatural”, término que en la lengua española se define como aquello que trasciende los límites de la naturaleza (RAE). Con esta palabra me voy a referir a aquellos sucesos que realmente los trascienden, no a los que fingen hacerlo pero que en realidad son solo ilusión, ficción, mito, charlatanería. Es pues acerca de lo genuinamente sobrenatural sobre lo que voy a tratar en este artículo.

¿Existe lo sobrenatural? La pregunta es pertinente, pero la búsqueda de una respuesta sincera puede verse obnubilada por ciertos “ismos” que constriñen el pensamiento y lo condicionan, como el materialismo y el cientificismo. Por cierto, hay muchos otros “ismos” que también obnubilan la mente porque generan militancias incondicionales con ideologías, pero el cientificismo y el materialismo son los más atinentes al tema que estamos tratando. En todo caso, la búsqueda de una respuesta a esa pregunta debe hacerse teniendo siempre como norte la verdad, sea cual sea y venga de donde venga. Además se debe mantener ese talante hasta sus últimas consecuencias, adondequiera que nos lleve.

 Lo primero que nos induce a pensar que lo sobrenatural sí existe es que estamos naturalmente equipados no solo para percibir la naturaleza que nos rodea sino también para adentrarnos más allá de sus límites. Es que estamos dotados de una dimensión inmaterial, espiritual, que nos permite hacerlo. Si no existiera lo sobrenatural ¿qué sentido tendría que estemos naturalmente equipados para buscar lo que no existe? Si solo lo estuviéramos para percibir la naturaleza material que nos rodea no existiría nada para nosotros allende la naturaleza física, y en nuestra mente no tendría cabida la idea de un mundo extra natural. Pero ocurre que tal idea sí tiene cabida, por lo mismo que podemos pensar en cosas que están más allá de los límites naturales.

 ¿Y qué es lo que nos da esa capacidad? Para responder esta pregunta desde una amplia perspectiva podemos imaginar dos situaciones respecto a la posibilidad de que lo desconocido -más allá de que sea natural o extra natural- pueda llegar a ser conocido por la mente humana. La primera nos la dan las ciencias de la naturaleza con sus hipótesis, teorías y leyes. La segunda nos la da la actividad espiritual, con sus reflexiones y creencias.  

 ¿Es racional y plausible excluir lo sobrenatural de nuestra visión del mundo? De ninguna manera, por lo dicho: que las dos dimensiones, material y espiritual, conforman nuestra humanidad, y no es racional ni plausible dejar de lado a una de ellas. Repito: ¿qué sentido tendría el que estando naturalmente equipados para la incursión allende la naturaleza, realmente no hubiera nada más allá de lo natural? Ninguno desde luego.

Ahora bien, luego de estas consideraciones generales y lógicas respecto a la existencia de lo sobrenatural, corresponde ahora buscar otras explicaciones respecto a su consistencia, esto es, respecto a en qué consiste la sobrenaturalidad.

 Los milagros -y otra vez- los genuinos, no los que solo fingen serlo, son tema obligado al tratar acerca de lo sobrenatural. Es que por definición los milagros son sobrenaturales. Y no solo que son una manifestación de lo sobrenatural, sino que también desafían nuestra imaginación respecto a entender cómo ocurren.

 Quien mejor ha tratado de entender cómo ocurre un milagro es el médico y filósofo indio Deepak Chopra. De lo dicho por él en su libro “Conocer a Dios”, se desprende que en un milagro los niveles de la realidad se conectan. Esto, desde luego, amerita una explicación, pues el asunto no es nada sencillo. En todos los milagros, dice Chopra, se produce una comunicación entre los tres niveles de la realidad que, yendo de lo más somero a lo más profundo son: el material, el cuántico, y el virtual. Lo que todos los milagros tienen en común, según el filósofo, es que el Espíritu (el nivel virtual en su terminología) actúa pasando de este nivel al cuántico, y de éste, al material, haciendo así posible el suceso milagroso. ¿Y qué son esos niveles? El nivel material -el más evidente- es el que es percibido por los sentidos; el cuántico es absolutamente inmaterial, energía pura, constituido por partículas sin masa, solo energéticas; y el virtual -que es Dios- es espiritual.

¿Y qué significa esta comunicación entre los tres niveles de la realidad? ¿Y cómo así, al ponerse en comunicación entre sí producen un milagro? Lo que pasa tras bastidores –para decirlo coloquialmente- es que el nivel virtual dispone, directa o indirectamente, que los otros niveles, empezando por el cuántico, actúen como deben actuar para que se produzca el milagro. Es lo omnisciente-omnipotente utilizando su propia creación para producir el milagro. Eso es lo que significa la conexión entre los tres niveles de la realidad; esa es la dinámica de los milagros, no la mera espontaneidad; no el “porque sí”.

En otra parte de su libro Chopra se detiene a examinar en más detalle lo que ocurre en un milagro de sanación. Lo que sucede en una enfermedad, explica, es que se han distorsionado los modelos cuánticos de energía del individuo que la sufre, y lo que hace el milagro es restaurar el modelo cuántico original.

Por otra parte, en su visión la fe juega un papel decisivo para la ocurrencia de los milagros. En efecto, al hablar de la conexión entre los tres niveles de la realidad, dice que la fe es “la que abre las líneas de comunicación entre ellos”. Esto significa que en todo milagro la presencia de la fe es indispensable: fe de quien realiza el milagro (cuando hay de por medio un agente humano que lo ejecuta) y/o fe del beneficiario del milagro. El autor incluso hace referencia a una fe colectiva cuando informa acerca de cierto experimento médico realizado con dos grupos de pacientes graves, que consistió en que terceras personas rezaron por uno de esos grupos, y nadie por el otro. El resultado fue que “… el grupo de aquellos por los que se rezaba pareció recuperarse mejor” [1]

Regresemos ahora al tema de la existencia de lo sobrenatural. Los milagros, y en particular los de Jesús, son manifestaciones concretas de sobrenaturalidad; de que lo sobrenatural existe. Rechazar los milagros sin más ni más no sería plausible ni racional, sería constreñir la búsqueda de la verdad, de la verdad profunda.

Y así como los milagros son tema obligado al tratar sobre lo sobrenatural, los milagros de Jesús también son tema obligado al tratar sobre milagros. Por cierto, la primera duda que viene a la mente de algunas personas es si los milagros de Jesús realmente existieron. No voy a entrar en el debate sobre este añoso tema. Me limitaré a considerar tres razones básicas por las cuales no es razonable creer que no ocurrieron.

La primera es que no hay noticias de que algún contemporáneo de Jesús hubiese denunciado como fraude, en esa misma contemporaneidad, algún milagro suyo, o que simplemente dijera que no los hizo. Prácticamente lo único que los textos evangélicos han registrado al respecto, es que los enemigos de Jesús, contemporáneos suyos, dijeron que hacía los milagros por el poder de Belcebú, pero sin negar que se hubieran producido.

La segunda, complementaria a la anterior, es que los Evangelios fueron escritos cuando contemporáneos de Jesús aún vivían, y por lo tanto también podían haber denunciado sus milagros como fraudulentos, o simplemente como inexistentes, rechazando así lo escrito por los evangelistas, pero tampoco hay noticias de que algo de esto hubiese acontecido.

La tercera es que la cantidad y variedad de milagros realizados por Jesús minimiza cualquier margen de duda que pudiera haber respecto a su ocurrencia. No es lo mismo dudar de algún hecho aislado presentado como milagro, que dudar de un corpus de muchos y muy variados acontecimientos prodigiosos protagonizados por el Maestro, que van desde el exorcismo hasta el control de las aguas de un embravecido mar[2].

Ciertas tradiciones del siglo II D.C. sostenían que los milagros de Jesús fueron producto de magia y hechicería, con las cuales buscaba fama personal. Pero obsérvese que con esto tampoco negaban que los milagros hubiesen ocurrido, sino que supuestamente fueron producto de una motivación egocéntrica.

Hay algo de asombroso en ese nivel intermedio de la realidad al que se refiere Chopra, el cuántico, al menos mientras la Teoría Cuántica mantenga su valor, mientras no sea modificada o rechazada por la propia ciencia. Es que en ese nivel se vislumbra algo que parece imposible que ocurra, pero que ocurre, de la misma manera como los milagros parecen imposibles de darse, y sin embargo se dan. Se trata de que de esa nada cuántica aparentemente caótica, en la que no hay nada físico, solo partículas sin masa, puramente energéticas, parpadeando millones de veces por segundo, emerge lo físico, el mundo que conocemos, el cosmos. Si negásemos que del nivel cuántico emerge algo de naturaleza enteramente distinta, física y no caótica, o si negásemos que haya alguna continuidad entre el nivel cuántico y el físico, estaríamos poniendo innecesariamente piedras en el camino hacia el entendimiento de la realidad profunda.

¿Qué conclusión podemos sacar de todas estas consideraciones sobre la existencia y la consistencia de lo sobrenatural? Definitivamente, la de que no es racional ni plausible negar que lo sobrenatural existe, y por ende, que existe aquello que es el summum de la sobrenaturalidad: Dios. La naturaleza rebosa de indicios de la existencia de Dios, de un Dios espiritual, y lo sobrenatural es el telón de fondo de tan grandioso espectáculo.

[1] Deepak Chopra, “Conocer a Dios” (2001), Sección 1 “Un Dios real y útil”.

[2]No menciono el milagro de la resurrección del propio Jesús, pues eso plantea una muy trascendente interrogante: ¿milagro de quién, de Jesús -que estaba muerto- o de Dios? Obviamente esta pregunta también presupone una diferenciación de identidades Dios-Jesucristo, tema que no se trata en este artículo.

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