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El extraño dios de Spinoza

Spinoza, Ética, naturalezas naturada y naturante, inmanencia, trascendencia.

En su “Ética Demostrada de Acuerdo al Ordenamiento Geométrico”[1] Baruch Spinoza dice que “Ni el entendimiento ni la voluntad pertenecen a la naturaleza de Dios”, criterio que lo confirma luego, al decir que dios “…no obra en virtud de la libertad de su voluntad”. Así, el dios[2] de Spinoza no tiene voluntad ni entendimiento, extraña característica que atribuye a la divinidad. 

Por otra parte, “naturaleza naturante” y “naturaleza naturada” son expresiones que Spinoza utiliza para referirse a su dios y a las cosas que existen como manifestaciones del mismo, los “modos”. Luego, ratificando su idea de que ni el entendimiento ni la voluntad pertenecen a la naturaleza divina, dice que la voluntad pertenece a la naturaleza naturada, es decir a todo cuanto existe, no a la naturaleza  naturante, la  sustancia-dios. Es decir, que las cosas que tienen voluntad son solo las manifestaciones de dios, los “modos”, no dios mismo. Diferenciación extraña, según la cual las cosas tangibles e intangibles tienen voluntad y entendimiento, no así dios mismo, y que pese a que éste tiene infinitos atributos, como también lo afirma en otras partes de su Ética Demostrada, no tiene los de voluntad ni de entendimiento.

Para Spinoza su dios-substancia es pura naturaleza, pura inmanencia, no es algo que trascienda el universo, pero como el entendimiento y la voluntad existen en el universo, se ve obligado a decir que solo las cosas que existen, la naturaleza naturada, los modos, son los que tienen voluntad y entendimiento.

Luego de todo lo dicho emerge la idea central de Spinoza acerca de la realidad y de cómo funciona. Es una idea difícil de resumir en una corta frase, pero indispensable percibirla para entender su visión del mundo. Es una visión que considera al mundo como un ente indivisible, monolítico, sustancia y modos formando una sola entidad, un solo dios. en el que los segundos son manifestaciones del primero.

El de Spinoza es un mundo en el que, en el plano de la substancia-dios no existen causas y efectos; las cosas suceden porque suceden; porque tienen que suceder; el mundo se determina a sí mismo, y siempre en el plano de lo inmanente, de lo natural solamente, nada de trascendencia, nada de influjos extra naturales. El orden que se observa en el mundo es el único orden posible. El mundo existente es el único mundo posible. En la naturaleza, dice Spinoza, “… todo está determinado por la necesidad de la naturaleza divina a existir y a obrar de cierta manera[3]. “Las cosas no han podido ser producidas por Dios de ninguna otra manera y en ningún otro orden que como lo ha sido”[4].

Del dios spinoziano se desprende algo así como una dictadura de la naturaleza: lo que sucede es lo que tiene que suceder, el mundo es como tiene que ser, el orden de la naturaleza es el único orden posible. Lo que existe y lo que sucede existe y sucede por necesidad de la naturaleza de dios.

Cuando Spinoza incursiona en el campo de la ética, esa dictadura de la naturaleza se repite: el orden ético que existe es el único orden ético que puede existir. Por eso no aborda el deber ser ético, simplemente adecúa su visión de la ética a la ética que es, a la ética que existe. Una visión puramente contemplativa.

No aborda esa otra gran realidad humana que es la necesidad existencial del “lo que debe ser”. Cree que nosotros -modos de dios- consideramos como bueno simplemente todo cuanto conduzca a la alegría, y malo lo que conduzca a la tristeza Cree que no deseamos algo porque lo consideremos bueno sino al revés, que consideramos que algo es bueno simplemente porque se lo desea: “… queda claro que nosotros …no queremos…ni deseamos algo porque lo juzguemos bueno…sino porque… lo intentamos, queremos, aceptamos y deseamos[5]. En ese orden de ideas cree que consideramos  que algo es malo cuando impide que poseamos algo.

Así, en el campo ético el dios de Spinoza resulta ser absolutamente extraño: un dios sin entendimiento ni voluntad, impávido respecto a lo que le sucede a la ética humana, un dios que no es guía respecto al deber ser. Nada de no matarás, de no harás a otros lo que no quieres que te hagan a ti,  nada de amarás a tu prójimo como a ti mismo, etc. Nada de eso, el dios de Spinoza no es factor disruptor del orden pecaminoso  y desordenado del  mundo. El suyo es, simplemente, un dios del será lo que será.

 Obviamente Spinoza no aceptaba la existencia de una fuerza disruptora de origen trascendente-sobrenatural, solo habría aceptado, presumo, una fuerza disruptora proveniente de la propia naturaleza, de la propia sustancia spinoziana, de los propios modos. Obvio, al no ser un dios trascendente, el dios de Spinoza no puede ser un dios guía, simplemente un dios amañado a lo que es, a lo que existe. Un dios absolutamente extraño.

—— o ——


[1] Compuesto de 5 partes cuyos títulos, simplificados, son:

I   Dios

II  El alma

III Los afectos

IV Servidumbre humana

V. Entendimiento y libertad

[2] En este artículo la palabra “dios” la escribo con minúscula para referirme al dios de Spinoza, excepto cuando por razones ortográficas o por tratarse de citas textuales tenga que usar mayúsculas a pesar de referirme al mencionado dios.

[3] Parte I, Proposición XXXII

[4] Parte I, Proposición XXXIII

[5] Parte III, Proposición IX

Publicado enFilosofía y religión

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