Mateo 6: 22-23 y Lucas 11:33 son versículos enigmáticos, en los que se dice que los ojos son la lámpara del cuerpo, y que hay buenos y malos ojos. ¿Cómo interpretar estos textos? ¿Qué debería entenderse por ojos buenos y ojos malos? En ese contexto “ojos” es una metáfora de algo que no es físico sino metafísico: la consciencia, es decir, el pensar y el sentir sicológico, que juntos nos permiten percibir la realidad que nos rodea, e incluso percibir nuestra propia realidad interior. ¿Y qué debería entenderse por “cuerpo”? Por supuesto no el cuerpo físico simplemente, sino esa compleja dualidad material-espiritual que es el ser humano.
En estos versículos también se dice que habrá luz en el cuerpo, y por ende en el espíritu, si los ojos son buenos, y oscuridad si son malos. Y aquí, otra vez las metáforas. La “luz” es en realidad la verdad, en tanto que la oscuridad es la falsedad. La verdad se percibe por múltiples caminos: consciencia, conocimiento, perspicacia, intuición, revelación. La falsedad se produce por ignorancia o por pecado, e incluso puede ser inducida por el Maligno.
Ahora bien, si la luz es la verdad, quiere decir que lo bueno, esto es, la virtud, los valores morales, son los “ojos buenos”; es lo que nos ayuda a percibir la verdad, y por ende a crecer en sabiduría. Así empieza a manifestársenos una sorprendente relación entre virtud y verdad, entre bondad y sabiduría. Empieza a revelársenos que los valores morales y la sabiduría no son compartimentos estancos, están conectados. En eso reside lo enigmático de esos versículos, en que lo bueno, la pureza de corazón, no solo que hacen posible que tengamos una relación interpersonal armoniosa y solidaria, sino que también seamos más sabios.
En fin, la pureza de corazón y la sabiduría van de la mano. No están aislados uno del otro. Por eso es que un sabio de mal corazón no es tan sabio como parece, y un ignorante de buen corazón no es tan ignorante como parece. Los versículos que he citado son realmente sorprendentes.
Los comentarios están cerrados.